domingo, 18 de noviembre de 2018

SOLIDARIDAD MEDIÁTICA

SOLIDARIDAD MEDIÁTICA


De vez en cuando nos llegan noticias en los medios sobre inauguraciones de servicios, nuevas instalaciones,  dotación de materiales  y máquinas de última generación  en los centros hospitalarios públicos.

Siempre es una alegría constatar avances en los servicios sanitarios y un alivio en esta época de recortes y dificultades económicas. Pero entre tanto fasto y alabanzas, noticias en los medios, entrevistas y difusión en radios y cadenas de televisión se asoman  algunas sombras que me tienen preocupada y también indignada.

Preocupada porque la noticia principal no es que la sanidad pública ha conseguido este avance o esta prestación para los ciudadanos, la noticia es que la fundación Patatí o la fundación Patatá ha financiado este servicio que a partir de este momento se llama Servicio Patatí o Servicio Patatá a mayor gloria  de la fundación correspondiente.

Yo que pago mis impuestos y que imagino que con parte de ese dinero financio alguna loseta de ese hospital o  la millonésima parte del salario de alguno de los profesionales que trabajan en él,  me pregunto cuándo van a poner la placa con el nombre de los contribuyentes que financiamos  las obras en los hospitales, los salarios de los profesionales, la tecnología que utilizan, incluso la poquita investigación que se lleva a cabo, en algún lugar visible: “Financiado por los contribuyentes que pagan sus impuestos”.  
Porque la impresión que dan estos generosos mecenas es que sin ellos no habría atención, cuidados, investigación y ni siquiera sanidad y generan en la sociedad la falsa idea de que sólo con sus aportaciones el sistema sigue adelante.  Pero esto no es así,  sus aportaciones son bienvenidas y ayudan a mejorar la atención, pero son una pequeñísima parte del coste de una sanidad que financiamos y mantenemos todos los ciudadanos españoles que contribuimos con nuestros impuestos y que ha sido y es, aunque algunos les moleste,  un buen sistema de atención sanitaria aunque mejorable.

Hasta aquí mi preocupación, pero ahora viene mi indignación, porque estos mecenas no son generosos porque si, sólo lo son con aquello que les conviene y financian, no lo que el sistema necesita, sino aquello que les interesa  por su repercusión mediática o por imperativo de los fines de su fundación. Esto lleva a donaciones  bien empleadas pero también a despilfarros  y despropósitos como remodelar un servicio varias veces, mientras otros en el mismo centro necesitan obras urgentes, realizar obras e instalaciones que no pueden ser usadas o solo muy limitadamente, instalar aparatos que necesitan de un personal y un mantenimiento que nadie va a financiar, etc.
Es verdad que esto no es culpa de las fundaciones sino de una ley de mecenazgo que deja potestad al donante para decidir en qué se invierte su donación aunque sea algo peregrino e innecesario. A mi entender el sistema de donaciones debería potenciarse pero garantizando que el destino de la financiación esté supeditado a los objetivos y planificación del centro o del proyecto al que vaya destinado.

Todo lo dicho hasta el momento es sencillo de entender y de corregir, entonces ¿por qué no se hace? ¿por qué una fundación no prioriza lo necesario y urgente a la hora de ofrecer su donación a una institución?, ¿por qué señala en qué quiere que se emplee? Podemos pensar en varias razones, podemos pensar que quiere garantizar el buen uso de su donación y que no se utilice en gastos innecesarios o poco transparentes, y será así en muchos casos. Pero la experiencia de estos últimos años nos muestra que la razón fundamental es conseguir la mayor difusión y repercusión mediática ya que está publicidad gratuita repercute directamente en sus arcas que se nutren fundamentalmente del dinero de los donantes que son los mismos que siguen financiando por otra vía, la de los impuestos, la sanidad pública.

Lamentablemente  este discurso no va a ningún sitio  y la situación que presenta no es fácil de denunciar.  En el mundo de las organizaciones es un secreto a voces que se comenta en privado  pero nunca en voz alta porque ataca a la gallina de los huevos de oro, a esa población solidaria y generosa que aporta su dinero a causas que le parecen justas y necesarias sin darse cuenta en muchas ocasiones de que es utilizada para mantener estructuras organizativas innecesarias que venden proyectos como forma de seguir manteniéndose. 

  
       

sábado, 13 de octubre de 2018

SER ABUELA Y ABUELO

Hace algo más de un año que he pasado a formar parte de esa parte de la humanidad  que formamos las abuelas y los abuelos. 
La verdad es que no me siento diferente a como era antes, pienso lo mismo, opino lo mismo, hago las mismas actividades que antes, no me ha entrado afición por las labores de aguja, sigo siendo trasnochadora y poco casera,... pero hay algo nuevo que no estaba ahí hace solo unos meses.

Yo lo siento como una presión en el pecho que se manifiesta  cuando veo a mi nieta, o cuando pienso en ella. Es una sensación física, es como si el corazón se hiciera más grande y ocupase todo el tórax hasta parecer que no te cabe en el pecho. Tiene un punto doloroso  porque a veces siento que me cuesta respirar.
Con el tiempo voy aprendiendo a reconocerlo y a aceptarlo aunque siempre me sorprendo porque me coge desprevenida y tardo un poco en serenarme. La abrazo con mas fuerza de la debida, me esfuerzo en prestar atención a otras personas, especialmente a otros niños si están presentes, me mantengo un poco distante como si el espacio pudiera librarme de su influjo. Sobre todo aparento para los demás y para mi misma que estoy tranquila, que su presencia no me traspasa y emociona. 

Todo ha sido un poco distinto a como la viví en el embarazo cuando aún era un ser protegido en el vientre de su madre. Escribí entonces algunas de las emociones que me alcanzaron sin saber que solo era el comienzo de algo mas grande que crece cada día.

Ser abuela y abuelo 

Temblar
La primera sensación fue un temblor en el pecho el día que me comunicaron que pronto llegaría un nuevo ser a la familia. Alegría, esperanza, expectación y también respeto para permanecer siempre en un segundo plano, para dejar que tus hijos vivan la experiencia como lo que son, protagonistas de lo que va  a suceder y padres de la nueva criatura. 

Soñar
Comenzar a imaginar cómo será, qué podremos vivir, cuántas experiencias realizaremos juntas, qué podré decirle, enseñarle, mostrarle, para que se adentre en este mundo con emoción y entusiasmo. Qué podrá decirme, enseñarme, mostrarme que me permita descubrir este mundo con ojos nuevos como recién estrenados.

Amar
A nuestros hijos y a sus hijos porque en realidad a través de unos amamos a los otros. Amor que se prolonga, se continua en el tiempo, igual y distinto porque el amor genera más amor. Sentir una mirada que te envuelve, enternecerte cunado tu hijo mira su hijo, descubrir la primera sonrisa, el primer gesto de reconocimiento, la primera caricia y sentir que ahora eres mas consciente que entonces, mas vulnerable, que ahora conoces el valor de cada gesto, sin prisas, sin expectativas, disfrutando del presente e ignorando un futuro que solo a ellos les pertenece.  
   

jueves, 13 de septiembre de 2018

A VUELTA CON LAS BATALLAS


Otra vez  con las batallas, las luchas, las guerras,  los héroes  y las heroínas, los valientes, los guerreros, las guerreras  y toda la jerga que rodea a los enfermos de cáncer y si son niños o adolescentes más.

Ya se que no lo hacen con mala intención y resulta muy socorrido a la hora de escribir, mensajes trascendentes, de esos tan bonitos que nos envían cada poco en las redes y que llega un momento en que te inducen a vomitar porque ya no puedes con tanto azúcar, ñoñería y pamplinas.

Pues no, los enfermos de cáncer no son héroes por la sencilla razón de que un héroe es aquel que puede elegir entre varias opciones y consideramos heroica su actuación porque elige lo difícil, lo que nadie le exigía y casi siempre en favor de otros  y no en favor de sí mismo.

Los enfermos de cáncer no tenemos elección, ni somos valientes, ni ejemplos de vida, ni ayudamos a nadie. Sencillamente nos tocó la enfermedad y tuvimos que hacer lo que tocaba para curarnos e intentar sobrevivir. Nos tocó como a otras personas les toca una esclerosis múltiple, un enfisema pulmonar, una insuficiencia coronaria, o cualquiera de esas enfermedades que ponen en peligro nuestras vidas y que cambian nuestras rutinas cotidianas. Alguna de esas enfermedades que nos pone al borde de lo que llamamos vida y nos hace plantearnos algunos de los valores y parámetros con los que hasta entonces veníamos gobernando nuestra existencia.  
  
No tenemos ningún mérito, cualquiera en nuestro lugar hace lo mismo, porque no te queda otra. Los que hemos pasado por los tratamientos sabemos que enfrentarse a un cáncer o a cualquier otra enfermedad dolorosa y limitante, tiene de todo  menos gloria.  Hay miedo, dolor, rabia, enfado, angustia y también esperanza, aceptación, ilusión y hasta diversión. Así somos los humanos.

Ni cuando te curas, estás curado, ni cuando sobrevives estás libre de enfermedad. Aprendes a vivir con lo que hay, con lo que queda, con las secuelas, te recompones y sigues adelante, como todos, como cualquiera. 

No hay guerra posible, salvo la que a veces libramos con nosotros mismos cuando estamos cansados y empezamos a pensar que sería mejor dejar el empeño y relajarnos, dejar que la enfermedad siga su curso y nos lleve tranquilamente hacia la muerte, porque no siempre la vida es vida.