De vez en cuando nos llegan
noticias en los medios sobre inauguraciones de servicios, nuevas
instalaciones, dotación de
materiales y máquinas de última
generación en los centros hospitalarios
públicos.
Siempre es una alegría constatar
avances en los servicios sanitarios y un alivio en esta época de recortes y
dificultades económicas. Pero entre tanto fasto y alabanzas, noticias en los
medios, entrevistas y difusión en radios y cadenas de televisión se asoman algunas sombras que me tienen preocupada y
también indignada.
Preocupada porque la noticia
principal no es que la sanidad pública ha conseguido este avance o esta
prestación para los ciudadanos, la noticia es que la fundación Patatí o la
fundación Patatá ha financiado este servicio que a partir de este momento se
llama Servicio Patatí o Servicio Patatá a mayor gloria de la fundación correspondiente.
Yo que pago mis impuestos y que
imagino que con parte de ese dinero financio alguna loseta de ese hospital
o la millonésima parte del salario de
alguno de los profesionales que trabajan en él,
me pregunto cuándo van a poner la placa con el nombre de los
contribuyentes que financiamos las obras en los hospitales,
los salarios de los profesionales, la tecnología que utilizan, incluso la
poquita investigación que se lleva a cabo, en algún lugar visible: “Financiado
por los contribuyentes que pagan sus impuestos”.
Porque la impresión que dan estos
generosos mecenas es que sin ellos no habría atención, cuidados, investigación
y ni siquiera sanidad y generan en la sociedad la falsa idea de que sólo con
sus aportaciones el sistema sigue adelante.
Pero esto no es así, sus
aportaciones son bienvenidas y ayudan a mejorar la atención, pero son una
pequeñísima parte del coste de una sanidad que financiamos y mantenemos todos
los ciudadanos españoles que contribuimos con nuestros impuestos y que ha sido
y es, aunque algunos les moleste, un
buen sistema de atención sanitaria aunque mejorable.
Hasta aquí mi preocupación, pero
ahora viene mi indignación, porque estos mecenas no son generosos
porque si, sólo lo son con aquello que les conviene y financian,
no lo que el sistema necesita, sino aquello que les interesa por su repercusión mediática o por imperativo
de los fines de su fundación. Esto lleva a donaciones bien empleadas pero también a despilfarros y despropósitos como remodelar un servicio
varias veces, mientras otros en el mismo centro necesitan obras urgentes,
realizar obras e instalaciones que no pueden ser usadas o solo muy
limitadamente, instalar aparatos que necesitan de un personal y un
mantenimiento que nadie va a financiar, etc.
Es verdad que esto no es culpa de
las fundaciones sino de una ley de mecenazgo que deja potestad al donante para
decidir en qué se invierte su donación aunque sea algo peregrino e innecesario.
A mi entender el sistema de donaciones debería potenciarse pero garantizando
que el destino de la financiación esté supeditado a los objetivos y planificación
del centro o del proyecto al que vaya destinado.
Todo lo dicho hasta el momento es
sencillo de entender y de corregir, entonces ¿por qué no se hace? ¿por qué una
fundación no prioriza lo necesario y urgente a la hora de ofrecer su donación a
una institución?, ¿por qué señala en qué quiere que se emplee? Podemos pensar
en varias razones, podemos pensar que quiere garantizar el buen uso de su
donación y que no se utilice en gastos innecesarios o poco transparentes, y
será así en muchos casos. Pero la experiencia de estos últimos años nos muestra
que la razón fundamental es conseguir la mayor difusión y repercusión mediática
ya que está publicidad gratuita repercute directamente en sus arcas que se
nutren fundamentalmente del dinero de los donantes que son los mismos que
siguen financiando por otra vía, la de los impuestos, la sanidad pública.
Lamentablemente este discurso no va a ningún sitio y la situación que presenta no es fácil de
denunciar. En el mundo de las
organizaciones es un secreto a voces que se comenta en privado pero nunca en voz alta porque ataca a la
gallina de los huevos de oro, a esa población solidaria y generosa que aporta
su dinero a causas que le parecen justas y necesarias sin darse cuenta en
muchas ocasiones de que es utilizada para mantener estructuras organizativas
innecesarias que venden proyectos como forma de seguir manteniéndose.