De
nuevo la directora de mi escuela ha convocado el concurso de pregones y esto me
ha hecho caer en cuenta de que todo se debe a la crisis y los recortes.
¿Qué
le costaba proponerle lo del pregón al señor Sánchez Dragó que siempre le
encantan estos eventos? ¿O a algún cantante de segunda o tercera fila?
O mejor aún ¿qué le costaba proponérselo a algún contertulio/a de la Noria o programa similar?
Pues
la misma palabra lo dice, “le costaba” y para que no le cueste pues recurre al
socorrido concurso y sale de apuros tan campante y encima presume de directora
participativa.
En
mi caso y con afán de notoriedad, que no de lucro, entro al trapo y me pongo a
escribir mi pregón anual.
Madrileños, madrileñas, visitantes,
turistas, personas de paso y todos aquellos que habitan, pernoctan o
sencillamente les gusta Madrid, es el momento de conmemorar la fiesta de
nuestro patrón y de hacerlo como se debe que estamos en el siglo XXI.
Ya no se trata de ir a la
pradera sino de buscar una plaza, parque o lugar público que tenga la
suficiente amplitud y buscar a otro grupo de madrileños que tengan parecido
estado de ánimo al nuestro. Es decir un grupo de convecinos que estén hartos de
soportar, con paciencia de sufridores, los desmanes de los poderosos. No importa
como los llames, para uno serán los banqueros, para otro los políticos, para el
de más allá los mercados, para los enterados la globalización, para los
prácticos el mangante de turno y así hasta un centenar de denominaciones que un
castizo resumiría en “los que tienen la sartén por el mango”.
La fiesta propiamente dicha
consiste en hablar de lo divino y humano que es algo que nos priva a los de “Madriz”,
arreglar el mundo, proponer imposibles, idear sueños, discutir nimiedades,
imaginar utopías, pensar en lo impensable, charlar de lo que se calla,
compartir lo mío, y sobre todo disfrutar de ser madrileños por un rato y de que podemos construir una
ciudad más nuestra y más vivible para todos.
En cuanto a la indumentaria
cada uno puede ir como quiera aunque el atuendo denominado de chulapo/a no es
lo más recomendable ya que estas fiestas suelen terminar como el rosario de la
aurora y a veces hay que poner pies en polvorosa con lo que el traje de madrileña
incomoda bastante la longitud del paso y la parpusa hay que sujetarla para que no
se caiga durante el ejercicio.
Y no es que a los madrileños nos guste el atletismo,
es que a la autoridad competente le ha dado por no parecerle bien que los
vecinos se reúnan masivamente a darle al magín y se encarga de movilizarlos a
la orden de “disuélvanse” que es la versión moderna del preparados, listos, ya. Los madrileños/as, aunque somos gente más bien sedentaria, cuando tenemos que
correr lo hacemos a conciencia y en alguna de estas fiestas se han llegado a batir
records aunque no están recogidos en el libro del Guiness ese porque somos
modestos y no nos gusta presumir.
Para terminar de amenizar la
fiesta se ha incorporado la música que se lleva a cabo con cacerolas que se
golpean con cucharones o cualquier otro objeto. El problema es que como en “Madriz” cada uno es de otra parte, intenta
hacer el ritmo que le suena de su tierra de origen y no queda muy armónico, pero en cuanto ensayemos
un poco igualaremos a los mejores chotis tradicionales que ya suenan un poco
obsoletos y habremos inventado el “chotis remix con cacerola” en vez de con
organillo que es un instrumento de otras épocas.
Hasta hemos cambiado el
nombre de la fiesta y como ahora todo se hace en lenguaje digital hemos
empezado a llamar a la fiesta 15M y el santo tan contento aunque tengo
entendido que le disgusta un poco que le llamen el Santo “perrofaluta”.
Madrileños, Madrileñas ¡Viva San Isidro! ¡Viva el 15M!
¡¡¡Qué vivan!!