domingo, 8 de febrero de 2015

HABLAR DEL TIEMPO

HABLAR DEL TIEMPO (1)

Durante mi infancia viví en el mundo rural, mi familia y prácticamente la mayor parte de las personas del entorno, vivían de la agricultura y de la ganadería. El tiempo y los fenómenos meteorológicos marcaban la rutina diaria y las actividades cotidianas. Era frecuente consultar a los expertos, algunos mayores que tenían fama de acertar en sus predicciones  y también el programa del tiempo con Mariano Medina al frente, concitaba a muchos vecinos en “Casa José”, el único bar que poseía un flamante televisor en su recinto.

El invierno era eso, invierno, hacía un frío terrible, nos salían sabañones y manchas rojas en las piernas cuando nos arrimábamos demasiado al brasero. Por la noche aguantábamos el pis para no tener que atravesar el gélido pasillo hasta el baño y las mantas, llegaba un momento, que lo que te ofrecían era peso en vez de calor. El verano era verano, calor, muchas moscas, siesta obligatoria y tardes maravillosas de juegos hasta casi el anochecer, baños en el río y tormentas que nos hacían temblar y nos traían el olor del otoño cuando ya había que ponerse la rebeca porque refrescaba por la tarde. También estaba la primavera que daba sorpresas infinitas con lluvias intempestivas y calores inesperados.

Hubo veces en que una tormenta de granizo rompió tejas y ventanas de muchas viviendas, otoños que llovió tanto que no se pudo sembrar y las familias tuvieron que  tirar de ahorros hasta la temporada siguiente, hubo sequías en las que se sacó la imagen de  San Isidro para que viera los campos y se compadeciera del estado de las cosechas, hubo hielos que impedían a la gente salir de casa, y nieves que permitieron a la chavalería hacer muñecos de nieve que permanecieron en pie durante meses.

El tiempo atmosférico era parte de mi vida entonces, pero unos años después me fui a la ciudad, empecé a vivir en un medio en que la calefacción y el agua caliente eran algo corriente, también aparecieron nuevos tejidos y la ropa de invierno se convirtió en algo más ligero y fácil de llevar. La lluvia, el calor, el frío, las tormentas se convirtieron en sucesos sin importancia que como mucho podían incomodar la vida  en una ciudad grande y populosa.

Pero sin saber cómo, a partir del inicio del siglo XXI el tiempo empieza a tener una relevancia tal que se convierte en tema de debate, información y preocupación para muchos ciudadanos. A veces siento que somos de nuevo hombres de las cavernas preocupados por buscar el sustento entre fenómenos naturales que nos aterrorizan y asustan, que se convierten para nosotros en dioses terribles y vengativos dispuestos a aniquilarnos a la menor oportunidad.
No me estoy refiriendo al cambio climático un problema que nos afecta y afectará a todos, no, me refiero a esa sobreinformación relativa al tiempo y a las temperaturas, teñida de exageración y dramatismo.

No salimos de una alerta roja por nevadas, cuando entramos en una ciclogénesis explosiva, la ola de calor sucede a las lluvias torrenciales, el estado de emergencia por viento huracanado, precede a las temperaturas más frías de los últimos años, las olas más altas, la sequía más terrible, el frío siempre es polar, el viento subsahariano y así sucesivamente. Vivimos en una amenaza continua  y los programas de información meteorológica ocupan tanto tiempo en los informativos como, no voy a decir la información política, sino como la información futbolística.  
Reconozco que me irrita esta abundancia y teatralidad en la información. Pertenezco a una generación en la que en geografía estudiábamos que la mayor parte de España correspondía a un clima continental muy frío en invierno y muy caluroso en verano, que en el mediterráneo había pocas lluvias y solían ser torrenciales especialmente a finales del verano y que llover lo que se dice llover era algo que sucedía en el Cantábrico que para eso lo llamaban la España húmeda.  
No suelo consultar el tiempo cuando tengo que viajar porque no puedo supeditar mis días de vacaciones al tiempo que vaya a hacer en el lugar elegido, ya apechugaré con el tiempo que haga. Supongo que la dirección general de tráfico me considerará persona irresponsable y peligrosa pero creo que en vez de tanta alerta habría que hacer mas cursillos de sentido común, sería más barato y hasta es posible que dieran mejor resultado a la hora de prevenir accidentes.

Con las últimas nevadas hemos podido disfrutar de perlas informativas difíciles de olvidar, las mejores suceden cuando el audaz reportero o reportera se dirige a algún paisano de la tercera edad, alguno de los que aún no han caído en la tentación de decir obviedades cuando les ponen la “alcachofa” delante.
El reportero pregunta cómo están viviendo la última oleada de frío polar, el paisano, prudente, contesta que como todos los inviernos, abrigándose y quedándose en casa, el reportero insiste:

- ¿Han tenido miedo? Habrán sentido el peligro de quedarse aislados ¿no?

el paisano mira socarrón  a la cámara  y dice:

- Bueno mientras tengamos la matanza podemos esperar a que llegue el buen tiempo.              .



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