sábado, 7 de mayo de 2011

Mis hijos molan

Supongo que este mismo sentimiento lo tienen todas las madres del mundo. Se trata de esa sensación maravillosa de admiración y amor que uno siente por sus hijos la mayor parte del tiempo. 
Digo la mayor parte, porque hay momentos en  que uno los aborrece y se pregunta de qué extraño lugar habrán salido esos energúmenos que contestan con un gruñido cuando les saludas por la mañana,  que te recuerdan con insistencia que no tienen colacao para desayunar o que discuten interminablemente para decidir a quién le toca poner la mesa.

Pero el resto de las horas, minutos y segundos les adoramos y se nos cae la baba cuando hacen un comentario inteligente o cuando nos dan un achuchón o cuando, cada vez menos, nos piden consejo, aunque sea para a continuación hacer lo contrario de lo que sugerimos.  
Tiene que ver con la experiencia de ser madre o padre y resulta difícil de explicar a los que no se encuentran en esta situación. 

Es asistir en directo y en primera fila a la experiencia de crecimiento de un ser humano, acompañarle en sus primeras palabras, sus primeros pasos, sus primeras decepciones, sus primeras sorpresas y  sentir que al acompañarles tu también creces de nuevo con ellos. Y vuelves a maravillarte al ver tu sombra reflejada en la pared, y al descubrir un insecto que se mueve en la luz y al observar un charquito en la acera, y ... la realidad vuelve a ser nueva y maravillosa como si la estrenaras cada día.
Vuelves a ponerte nerviosa el día que toca examen y repasas tas tablas y con dificultad recuerdas el sistema periódico. Esperas con impaciencia a que vuelvan si han salido con los amigos y se te encoge el estómago cuando viajan. Te emocionas si les ves enamorados y te indignas cuando sufren una injusticia.
Charlas y discutes con ellos, convives y peleas, pactas y exiges, agotan tu paciencia y ponen a prueba tu sentido de la justicia. Mil veces les amenazas y mil veces transiges, juras que sera la última vez y sólo será una más.

Pero la mayor parte del tiempo uno  siente que el amor te inunda cuando piensas en ellos  y te admiras de que aquellos bebés que estuvieron dentro de ti (no te explicas cómo) son ahora dos magníficos seres humanos.

Molan mis hijos.

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